Hoy nos reunimos un día más en nuestras jornadas de puertas abiertas, pero esta vez con una intención especial, y es la de rogar a Dios por estos hermanos nuestros que viven en estas condiciones de persecución, muy a menudo ocultos incluso a nosotros mismos. Para ayudarnos nos acompaña un testigo directo de la persecución: un Cáliz profanado, utilizado como diana, en un templo destruido por mercenarios del grupo Daesh cuando tomaron la ciudad de Bagdedah-Qaraqosh, Iraq en el verano de 2014. Cuando en el verano de 2014, Daesh entró en Iraq arrasó todas las ciudades cristianas situadas en la llanura de Nínive, entre los ríos Tigris y Eúfrates. No quedaron casas ni colegios ni por supuesto templos intactos. Todo lo relacionado con el cristianismo fue arrasado, destruido o quemado. Los habitantes de la ciudad, la más cristiana del país, fueron obligados a huir sin nada a las montañas del Kurdistán Iraquí bajo amenaza de muerte. Pero no renegaron de su fe.

Este cáliz, Destinado por la Voluntad de Nuestro Señor a contener Su preciosísima Sangre en el vino eucarístico, se convierte para nosotros hoy en signo de Su mismo Corazón traspasado en la cruz, Corazón que entregó su sangre y derrama su Amor por todos los hombres de todos los tiempos, también en nuestros días y en nuestras vidas. En él, se pueden observar los destrozos de la bala que lo atravesó, pero también y más claramente, en este cáliz podemos percibir el sufrimiento de nuestros hermanos que siguen testimoniando la Salvación anunciada a los hombres por Nuestro Señor, hasta el punto de, aún hoy en día, derramar su sangre.

Pidamos a Nuestro Señor que esta sangre haga fecunda la fe de toda su Iglesia y hagamos presente en esta eucaristía el sufrimiento de tantos cristianos en el mundo perseguidos, discriminados y condenados a situaciones de pobreza extrema, e incluso en pleno tercer milenio martirizados a causa de su fe en Jesucristo.