
– En fin, Pablo, yo creía que la Vida Consagrada activa era la Vocación para tu hermana, pero parece claro que no va a ser ese su camino.
– La verdad, D. Serafín, esta visita a las Mikelinas, de la que tan pocas explicaciones ha dado, augura un paso definitivo.
– Ya me llamó la atención que, esta vez, se limitara a una mera cordialidad, cuando nos visitaron las Hijas de S. Torcuato, para su anual llamada a la Misión veraniega en Mordania Oriental.
– En casa, mi madre ya lleva unos días templando gaitas con mi padre. Ya sabe, el Jefe no quiere ni pensar en una hija Monja.
– ¿Quién llega ahí, con tanta prisa? ¡Qué aires!
– ¡Ana! ¿Dónde vas, hermanita?
– Pablo, vete, por favor, a hacer 20 copias del Pater Noster y otras 20 del Sanctus; que no quiero que estos de la MOAC me vuelvan a dejar en ridículo en el encuentro europeo anual.
– ¡Entendido! Me esfumo.
– ¡Ana!, ¿qué te pasa?
– Déjeme, D. Serafín. Voy al oratorio.
– Dame, antes, un minuto, mujer.
– No son lo que parecen.
– ¿Quiénes, Ana?
– ¿Quiénes van a ser? Las Mikelinas. ¡Qué decepción!
– ¿Por qué?
– Me dijo una señora que va allí a Misa que se portaron muy mal con una chica a la que mandaron para casa siendo Juniora. Y que los precios de los dulces, de barato tienen poco. Además, un día vi que había alguna mirada entre ellas, cuando algo no sonó muy bien en el coro.
– Ya.
– Mire, D. Serafín, eso no es un anticipo del Reino de Dios, como yo considero que es la Vida Contemplativa.
– Consideras bien. Anda, Ana, ve a desahogarte con el Señor.
– D. Serafín, se puede, ¿verdad?
– ¡Hombre, las copias! ¡Muchas gracias, Pablete!
– ¿Ha podido enterarse de lo que le pasa a mi hermana?
– Tu hermana tiene un corazón de terciopelo.
– Yo estoy muy orgulloso de ella. Pero, no crea, que cuando se pone burra…
– Tampoco tú eres mal chaval. Y nunca he visto que te hayas puesto burro.
– ¡Ande, no se ría de mí! Ana es mucho más fina que yo.
– Demasiado fina, quizá.
– ¿Se le ha pasado lo de ser Monja?
– Tiempo al tiempo, Pablo, tiempo al tiempo.
(Continuará)
Francisco Javier Rojas
Director del secretariado para los Monasterios de Clausura de la Diócesis de Bilbao
(Visited 110 times, 1 visits today)
quiero ni deseo ni en el Cielo ni en la tierra. Amén.
Sta Gertrudis
Pobre Ana¿ creía que las monjas eran santas? Pues va a ser que no.
Llevo veintiséis años en una comunidad neocatecumenal y aunque quiero a mis hermanos con locura y no los cambio por nadie,se que son tan débiles y pecadores como yo y no obstante ni se me ocurriría, salirme de la comu.
Así que Ana,tranquila, la perfección en el cielo