Hace poco estuve en Radio Popular, la emisora de la diócesis de Bilbao, para grabar un programa al que cada mes vamos alguno de los seminaristas acompañados del rector para hablar de nosotros, del proceso vocacional, o la vida del seminario. Es un programa de pocos minutos que invito a escuchar y el cual me ha animado a hacer una breve reflexión sobre los medios de comunicación y la responsabilidad que tenemos con ellos.

Los medios de comunicación, lo reconocía ya el Concilio Vaticano II

Los medios de comunicación, lo reconocía ya el Concilio Vaticano II en su decreto Inter Mirifica, son una ayuda valiosa para propagar el reino de Dios, anuncio que es un deber para todo cristiano ya que surge de las palabras de Jesús “id y haced discípulos a todas las naciones” (Mt 28,19)

Hasta inicios de este siglo los medios de comunicación sociales eran la prensa, la radio, el cine, la televisión, por tanto, éramos en gran medida consumidores de contenido sin poder participar de lo que estos medios ofrecían. A partir de la masificación de internet y de la popularización de las redes sociales ya no somos meros consumidores, sino que también podemos ser autores de contenido, o al menos difusores de aquellos contenidos que creemos son relevantes para que otros los conozcan.

Los medios de comunicación se pueden usar para propagar información que no lo es y que además puede causar daño a las personas.

Lo anterior que es una oportunidad, también es una gran responsabilidad ya que el uso que demos puede ser para hacer el bien a las personas, ayudando a difundir conocimiento y verdad, pero también se pueden usar para propagar información que no lo es y que además puede causar daño a las personas.

Por tanto, mi invitación es a que aprovechemos las oportunidades que la ciencia y la tecnología nos ofrecen para comunicarnos, discerniendo lo bueno (cf. Rom 12,2) para que lo que comuniquemos sean para llevar a todas las personas fe, esperanza y caridad, con verdad y alegría, llevando la luz de Cristo a todos, y a la vez ser conscientes que por épocas surgen modas que se presentan como verdades que se deben defender por todo buen ciudadano, pero que en realidad pueden alejarnos de nuestra identidad cristiana, por lo que debemos formarnos para afianzar nuestra fe, no caer en modas pasajeras, y en todo momento saber dar razón de nuestra esperanza (cf. 1Pe 3,15)