DOS CORONAS

Una dinámica para la preparación de la solemnidad de Cristo Rey del Universo


“Entonces, la Virgen se apareció, llevando en sus manos dos coronas, una blanca y otra roja. Me miró con amor y me dijo que cuál de las dos escogía. La blanca significaba que yo sería siempre puro; la roja, que había de morir mártir. Sin vacilar, yo respondí a la Virgen: escojo las dos”

Sueño de San Maximiliano María Kolbe en el año 1917.


En la semana de preparación a la solemnidad del Jesucristo Rey de Universo, en el seminario, hemos tenido en nuestra capilla dos coronas: una dorada con brillantes y otra de espinas. Entre las dos había un cartel con una pregunta: ¿y tú, cual eliges?

Esa dinámica, junto con la experiencia espiritual que vivió san Maximiliano María Kolbe, nos han introducido en el Misterio de esta Solemnidad de Cristo Rey.

Kolbe fue un cura polaco, a quien es su tierna infancia se le apareció la Virgen María con dos coronas. María le pregunto que cual quería para él. Kolbe, sin dudar, escogió las dos. Esta elección le siguió toda la vida ya que a medida que crecía su fama y la de su periódico de la Inmaculada (corona de gloria), de igual modo crecieron sus sufrimiento hasta el punto de morir en uno de los campos de exterminio nazi (corona de espinas).

La vida de Kolbe y la presencia de estas dos coronas en nuestra capilla del seminario, nos han permitido profundizar sobre el sentido esencial y único de nuestro ser cristiano. Como todas las personas nuestras limitaciones y pecados están presentes, pero los cristianos tenemos una ventaja: Cristo lleva nuestras cargas con nosotros.

Esta dinámica nos ha recordado que Cristo está presente en nuestras vidas y nos ha permitido entrar de lleno en el retiro de Adviento del fin de semana, que ha sido acompañado por el sacerdote diocesano Alex Alonso.

Gracias a todos por vuestras oraciones, seguimos rezando por vosotros.

Hoy nos reunimos un día más en nuestras jornadas de puertas abiertas, pero esta vez con una intención especial, y es la de rogar a Dios por estos hermanos nuestros que viven en estas condiciones de persecución, muy a menudo ocultos incluso a nosotros mismos. Para ayudarnos nos acompaña un testigo directo de la persecución: un Cáliz profanado, utilizado como diana, en un templo destruido por mercenarios del grupo Daesh cuando tomaron la ciudad de Bagdedah-Qaraqosh, Iraq en el verano de 2014. Cuando en el verano de 2014, Daesh entró en Iraq arrasó todas las ciudades cristianas situadas en la llanura de Nínive, entre los ríos Tigris y Eúfrates. No quedaron casas ni colegios ni por supuesto templos intactos. Todo lo relacionado con el cristianismo fue arrasado, destruido o quemado. Los habitantes de la ciudad, la más cristiana del país, fueron obligados a huir sin nada a las montañas del Kurdistán Iraquí bajo amenaza de muerte. Pero no renegaron de su fe.

Este cáliz, Destinado por la Voluntad de Nuestro Señor a contener Su preciosísima Sangre en el vino eucarístico, se convierte para nosotros hoy en signo de Su mismo Corazón traspasado en la cruz, Corazón que entregó su sangre y derrama su Amor por todos los hombres de todos los tiempos, también en nuestros días y en nuestras vidas. En él, se pueden observar los destrozos de la bala que lo atravesó, pero también y más claramente, en este cáliz podemos percibir el sufrimiento de nuestros hermanos que siguen testimoniando la Salvación anunciada a los hombres por Nuestro Señor, hasta el punto de, aún hoy en día, derramar su sangre.

Pidamos a Nuestro Señor que esta sangre haga fecunda la fe de toda su Iglesia y hagamos presente en esta eucaristía el sufrimiento de tantos cristianos en el mundo perseguidos, discriminados y condenados a situaciones de pobreza extrema, e incluso en pleno tercer milenio martirizados a causa de su fe en Jesucristo.