Corazón de Pastor

Reflexión a propósito de la experiencia mundial con los jóvenes. 

Diác. David Garrido Perero 

UP San Ignacio 

El Papa Francisco nos invita claramente a trabajar por una Iglesia donde todos tengamos un espacio, un sitio, una Iglesia sin fronteras, sin apartamentos estancos, una Iglesia donde no existen barreras, una Iglesia abierta, que secunde el ideal del Reino de Dios, que se hace realidad ahí donde cada persona se siente profundamente amada por el misterio de Dios (Gal 1, 15). 

El pastor de una comunidad eclesial debe tener la capacidad de dejarse impetrar de toda sensibilidad parroquial que sea coherente con la experiencia del Reino (Mt 13, 44). Acoger a todos y convertir la comunidad parroquial en la casa común en medio del barrio, del pueblo o ciudad, promoviendo un laicado potente, que sea capaz de liderar el proceso evangelizador, celebrativo y caritativo.  

El laicado responsable de la propia comunidad eclesial, debe ser verdadero protagonista de la misión evangelizadora a imagen de María (Lc 1, 39). Desde este punto de vista, la figura de la mujer en la Iglesia, adquiere hoy mas que nunca una importancia radical, como verdadero pilar en dicha transmisión de la fe a las futuras generaciones, ejerciendo su carisma y ministerio en razón del sacramento bautismal (Mt 28, 10).

Un sacerdote está llamado a ser hombre de comunión, que suscite liderazgo entre los fieles, no para que suplanten su ministerio, sino para que desarrollen una espiritualidad, que va más allá de una inusitada carrera en vista a ocupar espacios dentro de la Iglesia (Mt 20, 27). El ministro ordenado esta sujeto a la ley de un amor que se pone al servicio de los pobres, no para ganar puntos en un ejercicio implacable de carrerismo eclesiástico, sino porque en el servicio entrega su vida y la recobra llena de sentido (Lc 22, 27).

Nuestro ministerio con sus luces y sombras pasa por la dinámica del crucificado – resucitado, aquel que siendo el primogénito de toda creatura se hace pequeño (Col 1, 15). Nosotros somos pequeños de por sí, en palabras de Benedicto XVI citando a Bernardo de Chartres, somos enanos en hombros de gigantes; por ello nuestro ministerio, es un modelo de servicio, un ejercicio de caridad pastoral (1 Cor 13, 4); en este sentido un evento como el vivido con los jóvenes del mundo, pone de manifiesto todos los carismas y servicios en la Iglesia.

Justo ahí en medio de la abundante masa de fieles congregados junto al sucesor de Pedro (Mt 16, 18), nos damos cuenta que todos somos Iglesia, que cada uno de los que estábamos ahí, formamos parte del único cuerpo eclesial a cuya cabeza esta Cristo Jesús (Ef 1, 22).

Tu eres el verdadero protagonista de la realidad eclesial en cuanto estas directamente invitado a relacionarte con Dios, en un marco de predilección y amor (Jer 1, 5). Por ello la misión fundamental del laicado no es convertirse en una mera ayuda al ministerio ordenado, sino constituir una verdadera comunidad responsable de su misión evangelizadora en medio de cada circunstancia particular.

Hoy Dios te llama y cuenta contigo para edificar en la historia de tu vida aquel Reino de Dios, que resucita cada día en medio de las luces y sombras de la humanidad (Jn 11, 28).