Un año más, caminando en el tiempo de Adviento, nos encontramos celebrando a María en la solemnidad de su Inmaculada Concepción. Ella siempre es para nosotros un modelo en cómo prepararnos a la espera del Señor.

El relato evangélico que hemos escuchado contiene una gran noticia: “sólo Dios salva”, y esta es siempre su iniciativa. En el Niño que va a nacer está presente la salvación de Dios, es el Hijo de Dios que salva, por eso se llamará Jesús. María es la persona en quien se realiza la salvación que Dios anuncia por medio del ángel. Su sencillez, su disponibilidad, su capacidad de sorpresa… para acabar diciendo: “Hágase en mí según tu palabra”.

Celebrar a María hoy supone que también nosotros debemos ponernos a la escucha del Señor, guardando silencio, dejándonos sorprender por El, tratando de identificar sus planes para mi vida… en definitiva, mirando mi vida desde la Suya.

Para ello debemos mirar continuamente a María. Mirar su rostro. Mirar su sencillez. Mirar su disponibilidad. Mirar su capacidad de sorpresa. Mirar su serenidad. Mirar su oración. Mirar su discernimiento. Mirar su obediencia. Mirar a María poniendo por obra la voluntad de Dios. Mirar a María y aprender de Ella. Mirarla con cariño y comprensión.

¿Qué me hace decir al Señor la actitud de María?, ¿Qué compromiso concreto puedo decirle hoy al Señor desde la mirada a su Madre?

Y en esta festividad de María celebramos también en nuestra diócesis el “Día del Seminario”. Nuestros seminaristas, como todos los bautizados, están invitados a mirar a María, a encarnar en sus vida el “hágase” de la Virgen. Si desde el “hágase” de María empezó la encarnación del Hijo de Dios, con el “hágase” de cada cristiano se continúa esta misma historia de salvación.

Como recuerda nuestro Obispo en su carta para esta Jornada: “si la Iglesia vive de la Eucaristía, toda la Iglesia está concernida en que este misterio pueda ser habitualmente celebrado… Todos los miembros de la Iglesia debemos colaborar para suscitar las vocaciones al ministerio ordenado para que este sacramento sea siempre celebrado…”.

Si la encarnación del Hijo de Dios es una obra tan grande que sólo pudo hacerla el Espíritu Santo, uniendo la naturaleza divina a la naturaleza humana, el Espíritu Santo sigue, por medio del ministerio de los sacerdotes, haciendo posible actualizar esta encarnación en la comunidad cristiana.

 

Sigamos mirando a María para aprender de Ella. Oremos por nuestros seminaristas y por todas nuestras comunidades para vivir cada día conformes al plan de Dios.