Para el pensamiento cristiano, la castidad no se reduce a una forma de mero autodominio, sino que ha de ser com­prendida como una forma de templanza. A tal descubrimiento podía haber llegado la filosofía pagana. Pero, siguiendo el pensamiento de san Pablo, los Padres de la Iglesia dan un paso más: la castidad respeta el templo de Dios y la imagen de Dios que es cada per­sona.

La virtud de la castidad no puede limitarse a evitar los pecados de lujuria.

La virtud de la castidad no puede limitarse a evitar los pecados de lujuria. La virtud genera y motiva las actitudes y los actos que, en primer lugar, llevan a la valoración de la corporeidad humana, a la integración del placer se­xual en la dinámica de la maduración personal y relacio­na) de la persona.

 

En consecuencia, la virtud de la cas­tidad promueve y tutela la valoración positiva del amor, especialmente en su dimensión conyugal, y la defensa de la dimensión personal de la procreación de las nuevas vidas humanas. «La castidad consiste en el dominio de sí, en la capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo en el desarrollo de la persona» (OAH 18).

En este contexto, es necesario precisar que, más allá de un planteamiento meramente prohibitivo, la educación de la sexualidad y el ejercicio de la virtud de la castidad tienden a la promoción de auténticos valores éticos po­sitivos:

«La sexualidad está llamada a expresar valores diversos a los que corresponden exigencias morales específicas; orientada hacia el diálogo interpersonal, contribuye a la maduración integral del hombre abriéndolo al don de sí en el amor; vinculada, por otra parte, en el orden de la creación, a la fecundidad y a la transmisión de la vida, está llamada a ser fiel también a esta finalidad suya interna. Amor y fecundidad son, por tanto, significados y valores de la sexualidad que se incluyen y reclaman mu­tuamente y no pueden, en consecuencia, ser considerados ni alternativos ni opuestos» (OAH 32).

Vivir la castidad es vivir el valor de la generosidad, la superación del narcisismo

Vivir la castidad es vivir el valor de la generosidad, la superación del narcisismo y el descubrimiento de las infinitas posibilidades de vida y de realización que ofrece el encuentro con los otros.