De la mano de la oración de María cuando se encuentra con su prima Isabel comenzamos, tanto Jaime como yo, esta acción de gracias.
Proclaman nuestras almas la grandeza del Señor porque ha mirado nuestra humillación.
Y no sólo el alma de Jaime y mía porque; como dice lema de este curso diocesano; “Bat gara- Creamos comunidad”; no hemos venido solos a esta celebración. Hemos venido acompañados de vosotras y vosotros…y de toda la Iglesia.
No hemos sido ordenados por nosotros ni para nosotros, sino por la Iglesia y para la Iglesia…de la que sois piedras vivas. Por esto, además de dar las gracias a Dios, también queremos dároslas porque uno no puede hacer este camino solo.
Como respuesta a fraternidad vuestra, quisiera compartiros cómo trataremos de contribuir, tanto Jaime como yo desde el ministerio diaconal que hoy comenzamos, a “la plenitud del ser de la persona”, que decía en la Encíclica Sollicitudo rei socialis el entonces Papa Juan Pablo II.
Veréis, el 17 de septiembre de 2010, Benedicto XVI tenía un encuentro con representantes de la sociedad británica en Westminster Hall. En su discurso, en medio de una crisis económica, y moral, mundial; y en uno de los centros financieros más importantes del planeta dijo lo siguiente:
“El mundo ha sido testigo de los ingentes recursos que los gobiernos pueden emplear en el rescate de instituciones financieras consideradas demasiado grandes como para dejarlas caer.
Desde luego, el desarrollo humano integral de los pueblos del mundo no es menos importante. He aquí una empresa […] que es en verdad demasiado grande como para dejarla caer.”
Pues bien, desde la palabra, la liturgia y la caridad, esperamos, tanto Jaime como yo, no se nos caiga esta empresa realmente digna de atención: El desarrollo de todos los seres humanos y de todo el ser humano.
¿Cómo?
Como les decía el Papa Francisco hace unos días a las autoridades griegas.
- Evitando la búsqueda obsesiva de popularidad.
- Evitando la sed de visibilidad.
- Evitando la proclamación de promesas imposibles.
- Evitando la adhesión a abstractas colonizaciones ideológicas.
A vosotras, a vosotros, os pedimos que, respetando la libertad que, tanto a Jaime como a mí, nos ha dado Dios, nos ayudéis a que lo hagamos encarnando a quien libre generó libertad: Jesús pobre, humilde y humillado.
Gracias por vuestras bendiciones y oraciones; nos vemos en los altares de la vida.