Hace mucho tiempo que tenía ganas de leer El Principito, esa obra tan famosa de Antoine de Saint-Exupery. Era un libro que había intentado leer en varias ocasiones, pero cuya lectura había abandonado. El libro tiene frases impresionantes que pueden ayudar a conectar con lo trascendente, algo hoy en día muy poco en boga. La frase que me cautivo para comenzar la lectura fue: “Cuando el misterio es demasiado impresionante no es posible desobedecer”. En mi opinión son muchas veces en las que Dios se nos manifiesta y nosotros hacemos la vista gorda, como si no hubiéramos visto nada, porque el encuentro con Cristo es un encuentro que compromete. El Papa Francisco decía hace poco: – Tengo miedo de que el Señor pase y yo no lo reconozca. Si cada día pasamos nuestra vida por el filtro de lo sobrenatural y llevamos a la oración nuestras vivencias, aunque sean sencillas, veremos su paso por nuestras vidas.

Conectar con lo verdaderamente trascendente nos cambia la vida. Es verdad que entre Dios y nosotros hay una distancia tal que nuestras capacidades cognitivas encuentran limitaciones para comprender ese amor de Dios por nosotros. Como en su amor infinito ha querido encarnarse entre nosotros y vivir y sufrir como uno de nosotros. Lo que celebramos en la próxima Navidad.

El Principito también dice en otra parte: «Somos responsables de lo que domesticamos». Somos responsables llevados a la fe de cultivar nuestra relación con Dios, de cultivar un interior que nos haga mucho mas receptivos a ver a Dios en el otro, en el prójimo, también con quien convivo diariamente. Todos tenemos una parte clara y otra parte de nuestra vida mas oscurecida por el pecado, hay que alimentar la parte luminosa. Hay que alimentar la estela de santidad que todos los que nos han ido precediendo en la fe, a lo largo de la historia de la Iglesia nos han idos dejando. Es un botín de guerra, de guerra contra el mal, que todo buen cristiano de cualquier época de la Iglesia ha ido haciendo más grande.

En otro momento del libro hay otra frase memorable: «Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde comenzaré a ser feliz desde las tres«. Es lo que vivimos en estos días. Sabemos que Jesús va a nacer y eso nos alegra el corazón, porque sabemos que la llama de la esperanza continua viva. Somos felices desde el Adviento porque es el mismo Señor quien viene, y para ello tenemos que preparar nuestro interior. Que podamos estar contentos desde las tres, desde el Adviento, porque a las cuatro, en Navidad, viene el Señor. Que sea una alegría desde Dios, una alegría que no se pasa que es serena, humilde, y que los demás la perciben. Que no sea la alegría efímera de lo que pasa y que se apaga al igual que el siete de enero se apagan las luces. Que nuestro deseo esta Navidad sea que cuando Jesús pase por nuestro lado le reconozcamos y se quede junto a nosotros.