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Quiero contarles una anécdota, hace unos días me encargaron realizar una oración en una residencia de la localidad. Me dispuse a ir con algún pequeño y breve formulario de oración, al llegar, los que me recibieron, preguntaron con cierto interés, sobre mi persona y que iba a realizar ahí, cuando se enteraron que no podrían recibir la Eucaristía, mostraron su deseo de recibirla.
Yo no había llevado la comunión porque había previsto que con una sencilla oración quedaría más que suficiente para satisfacer su ímpetu espiritual, sin embargo, el ver la motivación que iban mostrando hacia recibir las sagradas formas, tuve a bien, trasladarme hasta la Iglesia a ver un copón con las formas consagradas.
Cuando llegué con la comunión, sus rostros cambiaron de aspecto y muchos se contentaron porque podían recibir al Señor, alguno me hizo mucha gracia debido que tomaba una foto mientras comulgaba otra persona, como si el espíritu de una primera comunión hubiera revivido.
Sé que es una pequeña historia, pero me pareció bien contarla, porque nuestros mayores aprecian el valor infinito de la Eucaristía, de recibir al Señor y no hay que negárselo. Me he dado cuenta que con gestos sencillos logramos grandes alegrías.
David A Garrido Perero
UP San Ignacio