El papa en la exhortación apostólica Cristus vivit, dirigida especialmente a los jóvenes, plantea la pregunta ¿para quién soy yo? (nº 286) dentro del aportado acerca del discernimiento vocacional. Esta conlleva un camino de conocimiento de uno mismo y de Dios que plantea muchas preguntas y aventuras, pero siempre que quiera uno hacerse la pregunta.

Muchas veces se oye, y es verdad, que la vocación es el camino que Dios nos pone a cada uno para que alcancemos nuestra felicidad. Sin embargo, Dios, como Padre que nos ama, nos exige a cada uno que demos respuesta, como vemos en la parábola de los talentos (Mt 25, 14-30). Todos recibimos de Dios unos talentos y nos pide que los invirtamos y hagamos que se multipliquen.

El papa en la exhortación apostólica Cristus vivit, dirigida especialmente a los jóvenes, plantea la pregunta ¿para quién soy yo? (nº 286)

Es curioso porque no se presenta a ningún siervo que haya invertido y perdido parte de los talentos recibidos, sino que solo se presenta negativamente a aquel que se queda quieto y no busca dar respuesta a la pregunta ¿para quién soy yo?

¿Será que Dios quiere que estemos en movimiento? buscándole y buscando su verdad y su mensaje Sabiendo que, aunque nos equivoquemos, el estará esperándonos para darnos ese abrazo que da un padre a su hijo cuando vuelve a casa (cf. Lc 15,20) y volvernos a hacer como el alfarero al objeto de barro (cf. Jer 18,1-6).

Somos la Iglesia de los misericordiados, no de los perfectos. Como decía el papa en el vuelo a la vuelta de Grecia, nuestra Iglesia tiene que ser de humildes, no de “santos” que no cometen pecados. Por eso ¿nos atrevemos a salir del lugar de donde estamos y mancharnos con el barro del camino a la vez que invertimos nuestros talentos en aquellas apuestas que nos presenta Dios?